2009 era cuando un amigo me invita a unos talleres de circo social, en algún lugar de La Florida, desconocida para mi en ese entonces. Yo llevaba bastante tiempo metido en esto del circo y necesitaba algo que hacer fuera de malabarear por ahí y entrenar tela con amigos en algún árbol, de alguna plaza, siempre y cuando el tiempo lo permitiese. Es por esto que decido acercarme a la carpa y preguntar por los talleres. Resultó que no eran solo talleres sino que nos formarían como monitores de circo social - ya saben más o menos a que me refiero - y que tendríamos que realizar nosotros talleres para niños de algunas zonas vulnerables de La Florida.
Entusiasmado con la idea comencé a ir sagradamente todas las semanas y así pasaron 6 meses de preparación tanto física, técnica y recreacional. Se nos enseño trapecio, mano a mano, acrobacia de piso, equilibrios en cuerda y monociclo, tela y malabares, estos últimos ya los manejaba de manera básica por lo menos antes de llegar a la carpa.
Un día llegan Lalo,Karen y Hector para avisarnos que comenzaremos con los talleres. Los primeros tres meses fueron en la carpa y los otros tres deberían ser fuera de ella, en un lugar más cercano al espacio donde ellos viven.
Así comenzó nuestra gran tarea de enseñar, a través del circo, cosas que no se enseñan en todos lados, mucho menos en la escuela. Machincuepa, hoy me doy cuenta, es a lo que queríamos llegar, no lo logramos, pero íbamos por buen camino.
Parar estructuras, bajarlas, moverlas de un lado a otro. Las colchonetas, los trapecios y las telas, los juguetes de malabar, todo se hacía en equipo y los chicos eran parte de este equipo. Eramos sus tíos y ellos nuestros niños. Habían chicos desde 6 años hasta 18 el más grande. En este último me voy a centrar.
Felipe, era un joven que todos llamarían marginal, delincuente y drogadicto. Viene de una familia pobre, su madre vende sopaipillas afuera del metro Macul y su padre no gana ni el mínimo del sueldo en la construcción. Felipe cuando llego con nosotros estaba consumiendo pasta base casi todos los días, robaba para eso. Cuando nos dimos cuenta de su realidad lo instamos a que nos juntáramos a malabarear en otros momentos cosa de, en primera instancia, distraerlo y luego poder entrar más en su vida y ver como se le podía ayudar. Nos dimos cuenta que lo segundo no fue necesario ya que al tiempo invito a su madre a verlo entrenar con nosotros y nos contó algunas cosas.
Su madre no podía creer como su hijo siendo tan flaco y debilucho, en apariencia, podía hacer figuras en la tela y el trapecio, tirar tres clavas al aire como si nada y sostener a sus compañeros en torres y figuras de mano a mano. No cabía de gozo esa mujer, no soy capaz de describir su expresión, pero podrán imaginarlo. Ella nos contó que Felipe ya no estaba robando y que semaforeaba - malabarear en el semáforo recibiendo dinero por su actuación - todos los días para consumir. Para nosotros esto ya era un gran avance que no estuviese robando y no llevábamos más de dos meses con él.
Cuando estaba terminando el proyecto de circo social de Carpa Escuela, hicimos algunas evaluaciones de nuestra labor, en los cambios que habíamos notado en los niños con los que compartíamos y el tema central fue Felipe, ya que había empezado a recuperar peso, se le veía recuperado y había conseguido pareja. Pensamos enseguida que había dejado de consumir, pero no lo quisimos averiguar en ese momento.
El día de la presentación final y la despedida se llena de los padres de los niños, primos, hermanos y amigos de ellos también. Los chicos hacen sus números, hay una despedida de parte de Hector, director de Carpa Escuela, agradeciendo la participación de todos y bla, bla, bla. Lo importante es que la madre de Felipe se nos acerca llorando a decirnos que no sabía como pagarnos lo que habíamos hecho por su hijo, nosotros pasmados, sin saber que decir. Ahí es cuando nos cuenta que su hijo ya no estaba consumiendo pasta base, que si se volaba con pitos, pero era lo de menos. Había recuperado fuerza, ganas para hacer cosa, tenía una novia preciosa y había terminado segundo medio.
Nos sentimos pagados, no había nada que decir.
Esto que les cuento puede parecer un milagro, puede parecer que no es más que un caso de mucho fallidos, pero le acertamos, hicimos lo que pudimos hacer y nos resulto. Felipe dejo las drogas y la última vez que nos vimos, Julio 2010, seguía entrenando con unos amigos, había pasado el primer semestre de tercero medio con buenas calificaciones y lo importante es que no estaba consumiendo pasta.
Lo único que quiero demostrar con esto es que se puede, se pueden hacer cosas para hacer "mejor" a la gente, sobre todos a los chicos que les enseñaremos más adelante y no tiene que ser en cuatro paredes. Nos podemos dar cuenta que los profesores de Felipe no pudieron hacer nada en su caso, quizás si en otros.
No digo que el circo sea la solución, pero tenemos que entregar herramientas y eso tiene que ser nuestro motor, nada más que eso. Si somos capaces de hacer esto, habremos solucionado el problema de muchos.
Salud y buenaventura...
Morfeo me reclama...
Juanch0!